Por alguna razón tengo la idea de que toda madre tiene en su cocina un calendario, ahí las súper mamás anotan los recitales de piano, juntas de padres de familia, fiestas de cumpleaños, etc. Hay días buenos en los que las mamás miramos el calendario con ilusión anticipando los días de fiesta y los partidos de soccer y días no tan buenos en que una quisiera dejarlo todo e irse al Caribe o a dondequiera que sea la foto que tenga dicho calendario.

Sunday 5 August 2012

Enfermo que come, habla y mea…

 Mi abuelo el médico solía decir “enfermo que come y mea el diablo que se lo crea”. Pese a estas perlas de sabiduría familiar no acabo de aprender que a los niños hay que llevarlos al doctor sólo cuando hay mucha sangre o dejan de comer y hacer pipí…y en el caso de mis hijos también cuando dejan de hablar, o hacer ruidos.

El sistema de salud en Canadá tiene muchísimas ventajas, entre ellas que las consultas no cuestan. Bueno, técnicamente sí hay que pagar una pequeña mensualidad pero a lo que me refiero es que al final de la consulta no hay que desembolsar nada. Para madres codas ahorradoras como yo esto es una maravilla pero también tiene la enorme desventaja de que madres aprensivas como yo a la menor provocación corremos a llevar al crío al doctor.

No he escarmentado ni con largas esperas en salas de consultorios y hospitales, donde los juguetes – si es que los hay – están tan mugrientos que si el niño no estaba enfermo cuando llegó seguro a la salida se lleva algún bicho. Tampoco escarmiento con lo difícil que es tenerlos controlados durante esas esperas interminables. Aquí en Canadá el tiempo de espera es tan engañoso como en las filas de Disneylandia; que cuando crees que llegaste a la puerta de la atracción, ¡oh sorpresa! adentro te espera otra larga fila. Aquí es igual, cuando finalmente te llaman, pasas a un cuartito donde tienes que esperar otros 20 minutos, haciendo malabares para que los niños no empiecen a jalar los estetoscopios colgados de la pared o dejen un pie atorado en los estribos de las camas para el papanicolao.

Hace poco mi hijo vomitó cuatro veces en menos de media hora por lo que corrimos a media noche al hospital. Ahí siguió vomitando hasta las 2:00 am en que finalmente lo venció el sueño y nos pasaron al cuartito engañoso-como-fila-de-Disneylandia. Cuando a las 7:00 am finalmente llegó el doctor, el niño había descansado, retenido el pedialite y el doctor lo miró dos segundos y dijo “He looks fine to me!”. Juré nunca más llevarlos corriendo al hospital a menos de que se estuvieran desangrando.

Pero volví a caer. Un domingo soleadito en la mañana, perfecto para pasar el día en el parque, mi hijo de año y medio se despertó sin poder caminar (¿?) lo paraba en el piso y se caía, durante tres horas y media no pudo levantarse, no podía apoyar el pie y lloraba diciendo “pie, pie”, además de que desayunó relativamente poco, lo cual en él es preocupante.
Me lancé al doctor en medio del verano Canadiense de 30 grados. Después de esperar 45 minutos en la primera sala lo puse en el piso a ver si se podía parar y cual sería mi sorpresa que no solo se pudo parar sino que empezó a caminar por toda la salita. Presa de pánico de hacer el ridículo frente al doctor lo forcé  a caminar más para que se cansara y volviera a cojear pero eso sólo sirvió para darle más cuerda. Estaba a punto de decirle a la recepcionista “sabe que, que siempre no” cuando nos pasó al cuartito-engañoso-como-fila-de-Disneylandia. Rápidamente empecé  a pensar qué otros achaques podía presentarle al doctor para que no creyera que le estaba haciendo perder el tiempo, pero no encontré ni un mísero piquete de mosco en ese cuerpecito que no da más que la impresión de un toro saludable.
Cuando finalmente nos recibió el doctor Tomás lo saludó con su mejor sonrisa y se echó a correr a toda velocidad diciéndole bye bye y aventando besos, mientras el doctor decía “He looks fine to me!” y yo me sumía en la silla de vergüenza. Menos mal que el condenado está bonito porque el doctor pareció disfrutar mucho haber perdido cinco minutos de un domingo con él.