Por alguna razón tengo la idea de que toda madre tiene en su cocina un calendario, ahí las súper mamás anotan los recitales de piano, juntas de padres de familia, fiestas de cumpleaños, etc. Hay días buenos en los que las mamás miramos el calendario con ilusión anticipando los días de fiesta y los partidos de soccer y días no tan buenos en que una quisiera dejarlo todo e irse al Caribe o a dondequiera que sea la foto que tenga dicho calendario.

Tuesday 30 December 2014

Por qué le dije a mi hijo de siete años que no existe Santa Claus

Aviso: como en todos los textos de este blog y como en cualquier aspecto de la maternidad, esta es una decisión muy personal. No pretendo convertir a nadie, ni agradezco críticas ni sugerencias. Como diría mi amigo Eudocio “Cada quien su vida, cada quien su pomo” aquí aplica el “Cada quien su niño”.

A finales de noviembre, justo cuando comenzaba el frenesí de la Navidad, mi esposo y yo decidimos decirle a nuestro hijo Teodoro* la verdad acerca de Santa Claus. Esta no fue una decisión a la ligera, tampoco fue un arrebato de esos que dan ganas de lanzar al aire a la décima vez que el niño dice "a Santa Claus le voy a pedir un iPad" y uno quiere gritar "¡Santa Claus soy yo y no tengo dinero!"
No, esto lo platicamos largo y tendido y finalmente decidimos que era lo adecuado. Mi esposo se llevó a Teodoro a cenar y muy ceremoniosamente – cual si fuera la plática de las abejitas – le explicó la cuestión.

¿Cuáles fueron las razones que nos movieron para semejante Grinchés? En realidad no lo sé. Seguramente ustedes hayan escuchado de otros padres Grinch las siguientes razones, pero no estoy segura de que estas apliquen en nuestro caso, al menos no al 100%:


1. "Es mentirle a los niños, y cuando crezcan van a necesitar terapia."
Mmmm no, la verdad es que no me hace ni tantito ruido mentirles a mis hijos. Si se fijan, los días de una madre están llenos de pequeñas mentiras: "Ya no hay pastel de chocolate", "Se descompuso la tele", o "No, no me dolió nada cuando naciste". Esta última me la preguntó mi hijo a los cinco años y mentí con todos mis dientes, mentir acerca de Santa Claus y el Conejo de Pascua, es otra mentirilla más. En cuanto a la terapia, las que necesitamos terapia (del verbo "retail therapy") somos nosotras, es complicadísimo el trabajo de Asistente del Ratón de los Dientes y sus secuaces.


2. "Que flojera hacer toda la faramalla."
Esta tampoco fue razón suficiente para haber revelado la verdad. Como odio las multitudes enajenadas comprando en diciembre, desde noviembre empiezo mi campaña de "¿Qué vas a pedir?" Y una vez que hemos llegado a un acuerdo me lanzo a comprar los juguetes. Nunca he tenido que hacer compras entre multitudes ni villancicos, gracias a Dios. Lo que si les voy a decir es que me choca el comercialismo alrededor de las fiestas decembrinas.

La realidad es que en Nochebuena quien más disfruta soy yo. Me aseguro de comprar unas BUENAS galletas (comestibles y deliciosas) para ponerle a Santa y envuelvo primorosamente (así es, esa es la palabra) los regalos que Él deja, con listón de brillitos y cascabeles que se han vuelto el trademark de este Santa. Así que por emoción del momento y la magia de abrir los regalos no paramos.



3. "Los niños se crean expectativas irreales."
Creo que esta sí fue una razón de peso en nuestra decisión, pero no la razón absoluta.
Los papás deberíamos de tener un pacto universal tácito de que Santa Claus no trae regalos de más de cierto precio. Gente: Cualquier regalo de más de $100 dólares debe venir "de parte de los abuelos."


El año pasado hice tremendo entripado porque la maestra de mi hijo tuvo a bien dejarlos  escribir la carta a Santa en el salón (a qué hora aprenden, quien sabe). A Teodoro se le ocurrió pedir un iPad, un iPhone y una cámara, la maestra alegremente mandó la carta hasta el Polo Norte y ¡háganle como puedan! Claro que le explique a mi angelito que la carta que vale es la que hace en casa con mamá y que, pida lo que pida, si sus papás no están de acuerdo...ni maíz paloma.

Creo que en realidad nuestra decisión fue circunstancial.  Teodoro está en una etapa de descubrir diversas culturas y tradiciones: sus mejores amigos son un niño musulmán, una niña judía y un niño inuit. Está expuesto a distintas religiones y es importante que aprenda y respete diferentes tradiciones y entienda por qué a unos les trae Santa Claus y a otros no. Por otro lado, su papá sabiamente se lo manejó como que "ahora tu eres grande y me vas ayudar a conservar la tradición y guardar el secreto para tu hermanito”. Esta sensación de ser grande y ser cómplice valen más para Teodoro que cualquier cantidad de regalos de Santa, huevos de pascua y dinero del ratón de los dientes. Está orgulloso de ser parte del secreto, es justo lo que necesitaba esta Navidad.

Y ¿cómo creen que terminó aquella platica ceremoniosa que tuvieron mi hijo y mi marido al respecto? Después del rollo, Teodoro exclamó "¡Ya lo sabía, papá!  Me lo dijo un niño en la escuela." Así que ni se sientan mal.

* Teodoro es, por supuesto, un seudónimo (no soy TAN mala madre como para ponerle un nombre tan horrible). Es el nombre de uno de mis hijos en mi caricatura Theodore & David, para evitar ventanearlos …tan directamente.

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