Por alguna razón tengo la idea de que toda madre tiene en su cocina un calendario, ahí las súper mamás anotan los recitales de piano, juntas de padres de familia, fiestas de cumpleaños, etc. Hay días buenos en los que las mamás miramos el calendario con ilusión anticipando los días de fiesta y los partidos de soccer y días no tan buenos en que una quisiera dejarlo todo e irse al Caribe o a dondequiera que sea la foto que tenga dicho calendario.

Saturday, 14 June 2014

Theodore & David

“Mamá, ¿cuál es mí pido?”
    
“¿mí pido? ¿dónde oíste eso David?”

"Theodore me dijo “es-tú-pido”. ¿Cuál es mí-pido?” 

Saturday, 17 May 2014

Cascarita vs Tolkien

Como bien saben mi hijo de 7 años tiene muchísima energía, y en un esfuerzo por ayudarlo a sacar esa energía lo inscribí a clases de fútbol partiendo de las siguientes premisas:
  1. todos los niños disfrutan el fútbol
  2. todos los niños mexicanos disfrutan el fútbol
  3. todas las madres llevamos dentro una soccer mom

Pues no podría estar más equivocada. Mi niño no es de los que disfrutan los deportes ni yo llevo dentro de mi a la madre que echa porras los sábados en la mañana “rain or shine”.

El pobre no lo ha disfrutado ni tantito, pero ha descubierto la artimaña de pedir ser el portero para así pasar 45 minutos inspeccionando la portería mientras toda la acción se lleva al otro lado de la cancha; y no lo culpo, toda mi primaria yo utilicé mil y un recursos para librarme de jugar voleibol y basquetbol en la clase de deportes. Las monjas – inocentes – tuvieron a bien creerme una mal inventada “alergia al sol” gracias a mis cachetes de manzanita.

El caso es que este niño vino a romper el estereotipo de que a los niños mexicanos les gusta jugar fútbol – así como yo he demostrado que no todos los mexicanos sabemos bailar salsa. Pero he descubierto algo que lo ayuda a usar toda su energía en la comodidad del hogar: Tolkien. 

Hoy comenzó a leer “El Hobbit” en español. Para un niño de primero de primaria que apenas está aprendiendo a leer, con un conocimiento limitado de acentos y demás reglas gramaticales de nuestra lengua, las primeras dos hojas del libro fueron suficientes para que cayera agotado y pidiera una siesta. ¡Gracias Señor Tolkien!

Monday, 27 January 2014

Mi mamá es bombero y te moja


Nada es más reconfortante que saber que nuestro hijos están orgullosos de nosotras.
Siempre he sabido que mi hijo me tienen en buen concepto, de eso no hay duda, pero no fue hasta hace poco que tuve prueba tangible de lo que piensa de su madre.

A veces tengo dudas de como me ve, no ayudan comentarios como el de el día en que me preguntó si su papá era mucho más viejo que yo
- No - contesté complacida - es sólo un año mayor que yo.  ¿Por qué? Se ve mucho más viejo que yo ¿verdad?
- No, contestó el niño sin pena, es que él es MUCHO más listo.

Además de ser mucho más listo, papá se ha llevado también (y lo digo sin resentimiento) las palmas al mejor cocinero. Potluck de la escuela al que asistimos mi hijo presume el plato que su papá hizo, añadiendo además algo como "my dad makes mayo from scratch”, ¿quién puede competir contra eso?

A decir verdad, no me molesta el vivir en el limbo de su escala de coolness porque sé por sus dibujos que me ve como un ser lindo; que curiosamente siempre trae una bolsa de shopping y aretes nuevos 
* Disclaimer: esposo mío, estos niños si que tienen imaginación.

El caso es que recientemente me demostró - y le demostró a todos mis colegas- que me ve como una mujer fuerte, trabajadora y de carácter (espero que no demasiado) con el equivalente a "mi papá es bombero y te moja". Me acompañó a la oficina a un evento que tuvimos y el hijito de una compañera preguntó “¿Por qué hay otra persona sentada en la silla de MI mamá?" A lo que le respondieron “Porque tu mamá trabaja 3 días a la semana y necesitaban tomar prestada su computadora”. Mi niño muy orgulloso agregó "Mi mamá esta aquí todos los días y NADIE le quita su silla…Además, si alguien le quita su silla mi mamá les dice "Get the hell out if my chair!”.


Quiero creer que lo dijo como un halago.

Monday, 6 January 2014

En el agua clara que brota en la fuente…


Después de ver el documental Blackfish, mi concepto de entretenimiento familiar cambió por competo. 

Como mi blog no es una plataforma activista no trataré de convencerlos de no ir a Sea World ni de que no debería de haber animales en cautiverio. Mi intensión va más allá de crear polémica, mi postura es la de una mamá que el 80% del tiempo no sabe qué esta haciendo en este arduo y excitante trabajo de educar niños sin instructivo.

El impacto que produjo Blackfish en mi no fue únicamente por la realidad que presenta, sino porque yo consideraba parte del job description de ser mamá, llevar a los niños a parques de diversion y zoológicos. Creo que cuando tenemos hijos, parte de nuestro trabajo (ademas de quererlos y cuidarlos, obviamente) es acompañarlos en todos esos peldaños que construyen una infancia:

- Enseñarles a hablar y a caminar (✔️
- Enseñarles a nadar, andar en bici y patinar (mmm casi ✔️)
- Leerles cuentos antes de dormir (✔️)
- Ayudarlos a hacer tarea y a aprender (✔️) * aquí se incluye forrar libros que gracias al sistema escolar canadiense estoy     exenta 
- Coserles (o pegar con cinta) el disfraz de Halloween, del día de las madres o del festival de la primavera 
- Enseñarles principios de convivencia social, respeto al medio ambiente, religión o no religión (✔️)
- Introducirlos al placer de los tacos de cajeta, el sandwich the PB&J y las recetas de la abuela (✔️
- Llevarlos a zoológicos, acuarios y parques de diversiones (✔️)

Creemos (o creo) que si no cumplimos cualquiera de los anteriores no nos podemos graduar de padres. Claro está que no todos los puntos tienen el mismo peso en importancia pero de alguna u otra manera sentimos que hay que pasar por ahí.

Sabía que ver el documental cambiaría mi percepción sobre Sea World –  que confieso, he disfrutado por 3 décadas . Mi miedo era verlo y nunca más querer llevar a mis hijos. Esta decisión probablemente me privaría de verlos gozar uno de esos eslabones de la infancia y no estaba segura de querer hacerlo, pero tal vez esta era la razón que estaba buscando para nunca más llevarlos. Que tanto realmente disfrutábamos ir? No se qué me es mas difícil confesar: el hecho de que mi incomodidad con Sea World no tenía nada que ver con activismo en contra del cautiverio (lo cual me hace sentir como un mal ser humano), o la honesta verdad de que nunca disfruté al 100% llevar a mis hijos (lo cual me hace sentir como una mala madre).

Por supuesto que me daba emoción llevar a mis hijos a Sea World, pero conociéndolos, sabía que mi hijo de 6 años se iba a hartar de las colas y que lo único que le iba  a dar ilusión eran las palomitas de maíz y que el de 2 años se iba a entretener más con una coladera que con otra cosa, aun así fuimos, más por revivir los buenos recuerdos de nuestra propia infancia. Hay que reconocer que el show es impresionante y ver de cerca esos hermosos animales es maravilloso. Pero en el fondo sabíamos que tener encerrado a algo hermoso sólo para verlo de cerca no está bien, la idea de tener a Patrick Dempsey en una jaula para verlo todos los días (por más atractiva que suene) me parece de lo más creepy y rayando en Misery. Si bien alguna vez cuestionamos el cautiverio, vivíamos ingenuamente bajo la impresión de que Sea World cuida muy bien a los animales y que eran animales rescatados.

Cuando fuimos el año pasado con nuestros hijos, si bien lo disfrutaron mucho, nos dimos cuenta de que a los niños los podemos entretener con algo mucho más simple y más barato. Mi hijo mayor, se agotó y se sobrestimuló con las multitudes. El chiquito, se interesó mucho en los animales pero lo que más capto su atención durante el show de los delfines fue el elote que se estaba zampando la señora de al lado, porque el pobre niño moría de hambre. En esos lugares las comidas se postponen porque “hay que correr al show” y los snacks  de contrabando son pocos porque no permiten la entrada al parque ni de una barrita de granola (no los culpo, antes entraban familias enteras con hieleras y tortas de huevo con chorizo).

Así que, hemos decidido no volver a Sea World, ni al Acuario y probablemente ni al Zoológico, principalmente por lo que pensamos de los animales en cautiverio, pero porque de todas maneras nos habíamos cuestionado qué tanto lo disfrutan los niños, realmente necesitan ver de cerca a los animales para aprender sobre ellos y disfrutarlos? La respuesta de PR de Sea World es que gracias a ellos la gente conoce y quiere a estos animales. Yo creo que los niños no necesitan ver de cerca a los animales para apreciarlos, cualquier niño adora a los dinosaurios y les aseguro que ninguno los ha visto en vivo.
Qué tanto realmente disfrutan los niños y los papás estos parques? me atrevería a hablar por todos y decir que no tanto. Los papás van de un extremo al otro del parque apurados queriendo ver todo y desquitar lo que pagaron, entran en una psicosis de agarrar buen lugar, de no perder al niño, la cámara y la bolsa, y de tomar la foto obligatoria depués de esperar de mal humor a que 20 familias posen antes que ellos “Orale mijo  vas vas vas!”. Generalmente vemos a los pobres niños dormidos en la carreola o haciendo el berrinche de la vida porque los pobres están a-go-ta-dos. Los niños pueden ser inmensamente felices en un columpio o trepándose a un árbol. 


Cuando mi hijo tenía 3 años los llevamos al acuario, después de llevarlo de un lado al otro del parque queriendo alcanzar a ver todos los shows, al salir le preguntamos qué le había gustado más - “la señorita buzo” contestó. Esa debió de haber sido mi mejor pista de que a los niños les gustan las cosas simples, y nuestro mejor legado puede ser el enseñarles el respeto por los animales… eso y los tacos de cajeta.

Thursday, 26 September 2013

Meet the proud mommas night


Los eventos de “meet the teacher ” deberian de llamarse “meet the proud mommas night”. 
Todo gira alrededor del orgullo, de los hijos sentirse orgullosos de los padres y – por supuesto – los padres sentirse orgullosos de los hijos. Si existe la oportunidad de presumir los logros del querubín qué mejor, pero la mayoría de los “mi hijo es lo máximo” y “mi mamá es bombero y te moja” van escondidos en los hechos.

El “meet the teacher / proud mommas night” de primero de primaria fue una cena “potluck”, lo que en español conocemos como cena de traje (traje papas, traje refrescos, traje postre). Así que – debido a que Vancouver es multicultural – nos pidieron que cada familia llevara un platillo de nuestra herencia cultural. Me cayó un poco gordo que sólo por ser de un país exótico tuviera que complicarme la vida, si fuera canadiense me podría haber librado con una buena charola de fruta o crudités y dip. Después de trabajar todo el día, sin saber cocinar y con mi marido (el chef del hogar) de viaje mis opciones eran las siguientes:
    a) Decretar platillo nacional mexicano el pay de manzana comprado
    b) Caer en el doble estereotipo de llevar chips & salsa. Digo doble estereotipo porque estereotipo# 1 Los mexicanos solo comen chips & salsa y estereotipo #2 Las mamás que trabajan son unas negligentes que llevan chips & salsa a las cenas de la escuela.
    c) Apelar a nuestras raíces españolas y llevar disfrazado de paella el arroz compuesto que nos dejó mi esposo en el refri para toda la semana.
Escogí C. Mi niño había estado muy preocupado por el platillo que íbamos a llevar y muy agobiado por “esa gente que cree que en los potlucks pueden llevar sólo el postre” (creo que eso me oyó decirlo una vez, ¡ups!). Así que después de repasar toda la gama de antojitos mexicanos y explicarle que NO se pueden cocinar en un salón de clase ni dejar preparados desde la noche anterior, optó por sacrificar su arroz compuesto y llevarlo al salón para presumir el excelente cocinero que es su papá.

Yo también tuve oportunidad de presumir al chamaco, no crean. Me estaban preguntando unas mamás como le iba con aprender a leer, ancha como pavoreal les platiqué que está leyendo muy bien en inglés y en español. Mi niño muy satisfecho también volteó con una de las mamás, que estaba embarazadisima, y le platicó que estaba leyendo en su enciclopedia como nacían los niños y después se dedicó a explicarle con detalle todo lo que había aprendido, ademas de aclararle que la gestación dura nueve meses y no un mes como algunos niños erróneamente creen (?). No hace falta decir que no me vieron con tan buenos ojos.

Para terminar, mi hijo me llevó a ver la pared donde están pegados los dibujos y trabajos que hacen. Habían escrito algo sobre sus vacaciones de verano y hecho un dibujito. Entre las hojas con frases como “I went fishing”, “We saw killer whales”, “I went to the beach” y “I went to Disneyland” estaba el dibujito de mi niño “I went shopping with my mom and she returned a nail polish” (!) Me sentí fatal. “¡Pero si fuimos de camping! le dije fuimos a la playa, al zoológico, a la granja, vino abuela a verte, fuimos al parque, a nadar, ¡a cortar moras! ¿Por qué pones eso?” Muy serio me contestó “Lo que más me gusta es estar contigo, por eso puse una carita muy feliz en mi dibujo”. Y si, en realidad fue un muy buen día, fuimos a regresar mi barniz de uñas, pero después nos comimos juntos una crepa platicando sentados en una banquita, y de ahí fuimos a la librería a contar cuentos. Algo ha de estar haciendo bien mamá.





Sunday, 5 August 2012

Enfermo que come, habla y mea…

 Mi abuelo el médico solía decir “enfermo que come y mea el diablo que se lo crea”. Pese a estas perlas de sabiduría familiar no acabo de aprender que a los niños hay que llevarlos al doctor sólo cuando hay mucha sangre o dejan de comer y hacer pipí…y en el caso de mis hijos también cuando dejan de hablar, o hacer ruidos.

El sistema de salud en Canadá tiene muchísimas ventajas, entre ellas que las consultas no cuestan. Bueno, técnicamente sí hay que pagar una pequeña mensualidad pero a lo que me refiero es que al final de la consulta no hay que desembolsar nada. Para madres codas ahorradoras como yo esto es una maravilla pero también tiene la enorme desventaja de que madres aprensivas como yo a la menor provocación corremos a llevar al crío al doctor.

No he escarmentado ni con largas esperas en salas de consultorios y hospitales, donde los juguetes – si es que los hay – están tan mugrientos que si el niño no estaba enfermo cuando llegó seguro a la salida se lleva algún bicho. Tampoco escarmiento con lo difícil que es tenerlos controlados durante esas esperas interminables. Aquí en Canadá el tiempo de espera es tan engañoso como en las filas de Disneylandia; que cuando crees que llegaste a la puerta de la atracción, ¡oh sorpresa! adentro te espera otra larga fila. Aquí es igual, cuando finalmente te llaman, pasas a un cuartito donde tienes que esperar otros 20 minutos, haciendo malabares para que los niños no empiecen a jalar los estetoscopios colgados de la pared o dejen un pie atorado en los estribos de las camas para el papanicolao.

Hace poco mi hijo vomitó cuatro veces en menos de media hora por lo que corrimos a media noche al hospital. Ahí siguió vomitando hasta las 2:00 am en que finalmente lo venció el sueño y nos pasaron al cuartito engañoso-como-fila-de-Disneylandia. Cuando a las 7:00 am finalmente llegó el doctor, el niño había descansado, retenido el pedialite y el doctor lo miró dos segundos y dijo “He looks fine to me!”. Juré nunca más llevarlos corriendo al hospital a menos de que se estuvieran desangrando.

Pero volví a caer. Un domingo soleadito en la mañana, perfecto para pasar el día en el parque, mi hijo de año y medio se despertó sin poder caminar (¿?) lo paraba en el piso y se caía, durante tres horas y media no pudo levantarse, no podía apoyar el pie y lloraba diciendo “pie, pie”, además de que desayunó relativamente poco, lo cual en él es preocupante.
Me lancé al doctor en medio del verano Canadiense de 30 grados. Después de esperar 45 minutos en la primera sala lo puse en el piso a ver si se podía parar y cual sería mi sorpresa que no solo se pudo parar sino que empezó a caminar por toda la salita. Presa de pánico de hacer el ridículo frente al doctor lo forcé  a caminar más para que se cansara y volviera a cojear pero eso sólo sirvió para darle más cuerda. Estaba a punto de decirle a la recepcionista “sabe que, que siempre no” cuando nos pasó al cuartito-engañoso-como-fila-de-Disneylandia. Rápidamente empecé  a pensar qué otros achaques podía presentarle al doctor para que no creyera que le estaba haciendo perder el tiempo, pero no encontré ni un mísero piquete de mosco en ese cuerpecito que no da más que la impresión de un toro saludable.
Cuando finalmente nos recibió el doctor Tomás lo saludó con su mejor sonrisa y se echó a correr a toda velocidad diciéndole bye bye y aventando besos, mientras el doctor decía “He looks fine to me!” y yo me sumía en la silla de vergüenza. Menos mal que el condenado está bonito porque el doctor pareció disfrutar mucho haber perdido cinco minutos de un domingo con él.