Por alguna razón tengo la idea de que toda madre tiene en su cocina un calendario, ahí las súper mamás anotan los recitales de piano, juntas de padres de familia, fiestas de cumpleaños, etc. Hay días buenos en los que las mamás miramos el calendario con ilusión anticipando los días de fiesta y los partidos de soccer y días no tan buenos en que una quisiera dejarlo todo e irse al Caribe o a dondequiera que sea la foto que tenga dicho calendario.

Monday, 27 January 2014

Mi mamá es bombero y te moja


Nada es más reconfortante que saber que nuestro hijos están orgullosos de nosotras.
Siempre he sabido que mi hijo me tienen en buen concepto, de eso no hay duda, pero no fue hasta hace poco que tuve prueba tangible de lo que piensa de su madre.

A veces tengo dudas de como me ve, no ayudan comentarios como el de el día en que me preguntó si su papá era mucho más viejo que yo
- No - contesté complacida - es sólo un año mayor que yo.  ¿Por qué? Se ve mucho más viejo que yo ¿verdad?
- No, contestó el niño sin pena, es que él es MUCHO más listo.

Además de ser mucho más listo, papá se ha llevado también (y lo digo sin resentimiento) las palmas al mejor cocinero. Potluck de la escuela al que asistimos mi hijo presume el plato que su papá hizo, añadiendo además algo como "my dad makes mayo from scratch”, ¿quién puede competir contra eso?

A decir verdad, no me molesta el vivir en el limbo de su escala de coolness porque sé por sus dibujos que me ve como un ser lindo; que curiosamente siempre trae una bolsa de shopping y aretes nuevos 
* Disclaimer: esposo mío, estos niños si que tienen imaginación.

El caso es que recientemente me demostró - y le demostró a todos mis colegas- que me ve como una mujer fuerte, trabajadora y de carácter (espero que no demasiado) con el equivalente a "mi papá es bombero y te moja". Me acompañó a la oficina a un evento que tuvimos y el hijito de una compañera preguntó “¿Por qué hay otra persona sentada en la silla de MI mamá?" A lo que le respondieron “Porque tu mamá trabaja 3 días a la semana y necesitaban tomar prestada su computadora”. Mi niño muy orgulloso agregó "Mi mamá esta aquí todos los días y NADIE le quita su silla…Además, si alguien le quita su silla mi mamá les dice "Get the hell out if my chair!”.


Quiero creer que lo dijo como un halago.

Monday, 6 January 2014

En el agua clara que brota en la fuente…


Después de ver el documental Blackfish, mi concepto de entretenimiento familiar cambió por competo. 

Como mi blog no es una plataforma activista no trataré de convencerlos de no ir a Sea World ni de que no debería de haber animales en cautiverio. Mi intensión va más allá de crear polémica, mi postura es la de una mamá que el 80% del tiempo no sabe qué esta haciendo en este arduo y excitante trabajo de educar niños sin instructivo.

El impacto que produjo Blackfish en mi no fue únicamente por la realidad que presenta, sino porque yo consideraba parte del job description de ser mamá, llevar a los niños a parques de diversion y zoológicos. Creo que cuando tenemos hijos, parte de nuestro trabajo (ademas de quererlos y cuidarlos, obviamente) es acompañarlos en todos esos peldaños que construyen una infancia:

- Enseñarles a hablar y a caminar (✔️
- Enseñarles a nadar, andar en bici y patinar (mmm casi ✔️)
- Leerles cuentos antes de dormir (✔️)
- Ayudarlos a hacer tarea y a aprender (✔️) * aquí se incluye forrar libros que gracias al sistema escolar canadiense estoy     exenta 
- Coserles (o pegar con cinta) el disfraz de Halloween, del día de las madres o del festival de la primavera 
- Enseñarles principios de convivencia social, respeto al medio ambiente, religión o no religión (✔️)
- Introducirlos al placer de los tacos de cajeta, el sandwich the PB&J y las recetas de la abuela (✔️
- Llevarlos a zoológicos, acuarios y parques de diversiones (✔️)

Creemos (o creo) que si no cumplimos cualquiera de los anteriores no nos podemos graduar de padres. Claro está que no todos los puntos tienen el mismo peso en importancia pero de alguna u otra manera sentimos que hay que pasar por ahí.

Sabía que ver el documental cambiaría mi percepción sobre Sea World –  que confieso, he disfrutado por 3 décadas . Mi miedo era verlo y nunca más querer llevar a mis hijos. Esta decisión probablemente me privaría de verlos gozar uno de esos eslabones de la infancia y no estaba segura de querer hacerlo, pero tal vez esta era la razón que estaba buscando para nunca más llevarlos. Que tanto realmente disfrutábamos ir? No se qué me es mas difícil confesar: el hecho de que mi incomodidad con Sea World no tenía nada que ver con activismo en contra del cautiverio (lo cual me hace sentir como un mal ser humano), o la honesta verdad de que nunca disfruté al 100% llevar a mis hijos (lo cual me hace sentir como una mala madre).

Por supuesto que me daba emoción llevar a mis hijos a Sea World, pero conociéndolos, sabía que mi hijo de 6 años se iba a hartar de las colas y que lo único que le iba  a dar ilusión eran las palomitas de maíz y que el de 2 años se iba a entretener más con una coladera que con otra cosa, aun así fuimos, más por revivir los buenos recuerdos de nuestra propia infancia. Hay que reconocer que el show es impresionante y ver de cerca esos hermosos animales es maravilloso. Pero en el fondo sabíamos que tener encerrado a algo hermoso sólo para verlo de cerca no está bien, la idea de tener a Patrick Dempsey en una jaula para verlo todos los días (por más atractiva que suene) me parece de lo más creepy y rayando en Misery. Si bien alguna vez cuestionamos el cautiverio, vivíamos ingenuamente bajo la impresión de que Sea World cuida muy bien a los animales y que eran animales rescatados.

Cuando fuimos el año pasado con nuestros hijos, si bien lo disfrutaron mucho, nos dimos cuenta de que a los niños los podemos entretener con algo mucho más simple y más barato. Mi hijo mayor, se agotó y se sobrestimuló con las multitudes. El chiquito, se interesó mucho en los animales pero lo que más capto su atención durante el show de los delfines fue el elote que se estaba zampando la señora de al lado, porque el pobre niño moría de hambre. En esos lugares las comidas se postponen porque “hay que correr al show” y los snacks  de contrabando son pocos porque no permiten la entrada al parque ni de una barrita de granola (no los culpo, antes entraban familias enteras con hieleras y tortas de huevo con chorizo).

Así que, hemos decidido no volver a Sea World, ni al Acuario y probablemente ni al Zoológico, principalmente por lo que pensamos de los animales en cautiverio, pero porque de todas maneras nos habíamos cuestionado qué tanto lo disfrutan los niños, realmente necesitan ver de cerca a los animales para aprender sobre ellos y disfrutarlos? La respuesta de PR de Sea World es que gracias a ellos la gente conoce y quiere a estos animales. Yo creo que los niños no necesitan ver de cerca a los animales para apreciarlos, cualquier niño adora a los dinosaurios y les aseguro que ninguno los ha visto en vivo.
Qué tanto realmente disfrutan los niños y los papás estos parques? me atrevería a hablar por todos y decir que no tanto. Los papás van de un extremo al otro del parque apurados queriendo ver todo y desquitar lo que pagaron, entran en una psicosis de agarrar buen lugar, de no perder al niño, la cámara y la bolsa, y de tomar la foto obligatoria depués de esperar de mal humor a que 20 familias posen antes que ellos “Orale mijo  vas vas vas!”. Generalmente vemos a los pobres niños dormidos en la carreola o haciendo el berrinche de la vida porque los pobres están a-go-ta-dos. Los niños pueden ser inmensamente felices en un columpio o trepándose a un árbol. 


Cuando mi hijo tenía 3 años los llevamos al acuario, después de llevarlo de un lado al otro del parque queriendo alcanzar a ver todos los shows, al salir le preguntamos qué le había gustado más - “la señorita buzo” contestó. Esa debió de haber sido mi mejor pista de que a los niños les gustan las cosas simples, y nuestro mejor legado puede ser el enseñarles el respeto por los animales… eso y los tacos de cajeta.

Thursday, 26 September 2013

Meet the proud mommas night


Los eventos de “meet the teacher ” deberian de llamarse “meet the proud mommas night”. 
Todo gira alrededor del orgullo, de los hijos sentirse orgullosos de los padres y – por supuesto – los padres sentirse orgullosos de los hijos. Si existe la oportunidad de presumir los logros del querubín qué mejor, pero la mayoría de los “mi hijo es lo máximo” y “mi mamá es bombero y te moja” van escondidos en los hechos.

El “meet the teacher / proud mommas night” de primero de primaria fue una cena “potluck”, lo que en español conocemos como cena de traje (traje papas, traje refrescos, traje postre). Así que – debido a que Vancouver es multicultural – nos pidieron que cada familia llevara un platillo de nuestra herencia cultural. Me cayó un poco gordo que sólo por ser de un país exótico tuviera que complicarme la vida, si fuera canadiense me podría haber librado con una buena charola de fruta o crudités y dip. Después de trabajar todo el día, sin saber cocinar y con mi marido (el chef del hogar) de viaje mis opciones eran las siguientes:
    a) Decretar platillo nacional mexicano el pay de manzana comprado
    b) Caer en el doble estereotipo de llevar chips & salsa. Digo doble estereotipo porque estereotipo# 1 Los mexicanos solo comen chips & salsa y estereotipo #2 Las mamás que trabajan son unas negligentes que llevan chips & salsa a las cenas de la escuela.
    c) Apelar a nuestras raíces españolas y llevar disfrazado de paella el arroz compuesto que nos dejó mi esposo en el refri para toda la semana.
Escogí C. Mi niño había estado muy preocupado por el platillo que íbamos a llevar y muy agobiado por “esa gente que cree que en los potlucks pueden llevar sólo el postre” (creo que eso me oyó decirlo una vez, ¡ups!). Así que después de repasar toda la gama de antojitos mexicanos y explicarle que NO se pueden cocinar en un salón de clase ni dejar preparados desde la noche anterior, optó por sacrificar su arroz compuesto y llevarlo al salón para presumir el excelente cocinero que es su papá.

Yo también tuve oportunidad de presumir al chamaco, no crean. Me estaban preguntando unas mamás como le iba con aprender a leer, ancha como pavoreal les platiqué que está leyendo muy bien en inglés y en español. Mi niño muy satisfecho también volteó con una de las mamás, que estaba embarazadisima, y le platicó que estaba leyendo en su enciclopedia como nacían los niños y después se dedicó a explicarle con detalle todo lo que había aprendido, ademas de aclararle que la gestación dura nueve meses y no un mes como algunos niños erróneamente creen (?). No hace falta decir que no me vieron con tan buenos ojos.

Para terminar, mi hijo me llevó a ver la pared donde están pegados los dibujos y trabajos que hacen. Habían escrito algo sobre sus vacaciones de verano y hecho un dibujito. Entre las hojas con frases como “I went fishing”, “We saw killer whales”, “I went to the beach” y “I went to Disneyland” estaba el dibujito de mi niño “I went shopping with my mom and she returned a nail polish” (!) Me sentí fatal. “¡Pero si fuimos de camping! le dije fuimos a la playa, al zoológico, a la granja, vino abuela a verte, fuimos al parque, a nadar, ¡a cortar moras! ¿Por qué pones eso?” Muy serio me contestó “Lo que más me gusta es estar contigo, por eso puse una carita muy feliz en mi dibujo”. Y si, en realidad fue un muy buen día, fuimos a regresar mi barniz de uñas, pero después nos comimos juntos una crepa platicando sentados en una banquita, y de ahí fuimos a la librería a contar cuentos. Algo ha de estar haciendo bien mamá.





Sunday, 5 August 2012

Enfermo que come, habla y mea…

 Mi abuelo el médico solía decir “enfermo que come y mea el diablo que se lo crea”. Pese a estas perlas de sabiduría familiar no acabo de aprender que a los niños hay que llevarlos al doctor sólo cuando hay mucha sangre o dejan de comer y hacer pipí…y en el caso de mis hijos también cuando dejan de hablar, o hacer ruidos.

El sistema de salud en Canadá tiene muchísimas ventajas, entre ellas que las consultas no cuestan. Bueno, técnicamente sí hay que pagar una pequeña mensualidad pero a lo que me refiero es que al final de la consulta no hay que desembolsar nada. Para madres codas ahorradoras como yo esto es una maravilla pero también tiene la enorme desventaja de que madres aprensivas como yo a la menor provocación corremos a llevar al crío al doctor.

No he escarmentado ni con largas esperas en salas de consultorios y hospitales, donde los juguetes – si es que los hay – están tan mugrientos que si el niño no estaba enfermo cuando llegó seguro a la salida se lleva algún bicho. Tampoco escarmiento con lo difícil que es tenerlos controlados durante esas esperas interminables. Aquí en Canadá el tiempo de espera es tan engañoso como en las filas de Disneylandia; que cuando crees que llegaste a la puerta de la atracción, ¡oh sorpresa! adentro te espera otra larga fila. Aquí es igual, cuando finalmente te llaman, pasas a un cuartito donde tienes que esperar otros 20 minutos, haciendo malabares para que los niños no empiecen a jalar los estetoscopios colgados de la pared o dejen un pie atorado en los estribos de las camas para el papanicolao.

Hace poco mi hijo vomitó cuatro veces en menos de media hora por lo que corrimos a media noche al hospital. Ahí siguió vomitando hasta las 2:00 am en que finalmente lo venció el sueño y nos pasaron al cuartito engañoso-como-fila-de-Disneylandia. Cuando a las 7:00 am finalmente llegó el doctor, el niño había descansado, retenido el pedialite y el doctor lo miró dos segundos y dijo “He looks fine to me!”. Juré nunca más llevarlos corriendo al hospital a menos de que se estuvieran desangrando.

Pero volví a caer. Un domingo soleadito en la mañana, perfecto para pasar el día en el parque, mi hijo de año y medio se despertó sin poder caminar (¿?) lo paraba en el piso y se caía, durante tres horas y media no pudo levantarse, no podía apoyar el pie y lloraba diciendo “pie, pie”, además de que desayunó relativamente poco, lo cual en él es preocupante.
Me lancé al doctor en medio del verano Canadiense de 30 grados. Después de esperar 45 minutos en la primera sala lo puse en el piso a ver si se podía parar y cual sería mi sorpresa que no solo se pudo parar sino que empezó a caminar por toda la salita. Presa de pánico de hacer el ridículo frente al doctor lo forcé  a caminar más para que se cansara y volviera a cojear pero eso sólo sirvió para darle más cuerda. Estaba a punto de decirle a la recepcionista “sabe que, que siempre no” cuando nos pasó al cuartito-engañoso-como-fila-de-Disneylandia. Rápidamente empecé  a pensar qué otros achaques podía presentarle al doctor para que no creyera que le estaba haciendo perder el tiempo, pero no encontré ni un mísero piquete de mosco en ese cuerpecito que no da más que la impresión de un toro saludable.
Cuando finalmente nos recibió el doctor Tomás lo saludó con su mejor sonrisa y se echó a correr a toda velocidad diciéndole bye bye y aventando besos, mientras el doctor decía “He looks fine to me!” y yo me sumía en la silla de vergüenza. Menos mal que el condenado está bonito porque el doctor pareció disfrutar mucho haber perdido cinco minutos de un domingo con él.

Saturday, 9 June 2012

SPD*, Sudor y Lágrimas


Y aunque te haga calor
vete igual por el sol
que la sombra está bien
pa'los blandos de piel
que les pique el sudor.
Julio Iglesias


Nunca entendí bien la parte de esta canción que dice “que les pique el sudor”, hasta donde yo tenía entendido el sudor moja pero no sabía que pronto habría que descubrir que no solo pica sino también arde, quema, cosquillea y en suma es una verdadera molestia.

Desde que mi hijo empezó a mostrar signos del Sensory Processing Disorder, – es decir que su cerebro no sabe clasificar los estímulos sensoriales y todo lo percibe a un mayor grado y le es muy molesto – una de las cosas que más le afectan es el sudor. A decir verdad yo nunca lo he visto realmente sudado a excepción de cuando todavía dormía siesta y se despertaba empapado. Esto se debía gran parte a que en lugar de dormir siesta vestido, acostado sobre la colcha y únicamente tapado por una cobijita (como cualquier siesta respetable amerita) él insistía en ponerse pijama y meterse adentro de las cobijas. Así era imposible no sudar, y despertaba empapado y de muy mal humor. Era tal su desesperación que insistía en dejar su ropa de calle afuera de su cuarto  para que ésta no sudara y así poder ponerse ropa seca después de la siesta. No hubo manera de convencerlo de que lo que sudaba era su cuerpo y no el cuarto.

Así que cada vez que gritaba por el sudor yo seguía la consigna de Julio Iglesias, “vete igual por el sol” y le insistía (como está establecido en la descripción de puesto de ser madre) “ponte suéter, hace frío”. Primero porque no sabía del SPD y creía que era pura necedad, después que supimos del SPD igual insistía yo porque no lo veía sudar y además porque yo no conocía el sudor.

Yo nunca había sudado. No tanto por que sea princesa o por que no corro ni para alcanzar el camión, simplemente no sudo, así como los perros no sudan yo tampoco sudo. No quiere decir que el calor no me haga perder el estilo, durante el año que viví en Ciudad Obregón a 40° los 365 días, no sudé pero si se me hinchó todo y el pelo parecía que traía una nube de mosquitos permanente. Mi única experiencia con el sudor en Sonora había sido cuando a media noche me despertaba acalorada y descubría con singular alegría que mi esposo había dejado un charquito de sudor en su lado de la cama, con gran felicidad me revolcaba en el charco de sudor, ya fresquito gracias al aire acondicionado.  Llámenlo amor de recién casada o vil marranada. El caso es que hasta ahora yo no había tenido experiencias desagradables con el sudor, ni con el propio ni con el del marido (ya de terceros es otra cosa) y por eso me costaba tanto trabajo entender a mi niño.

Hasta que, en un intento desesperado por bajar de peso, descubrí el hot yoga: 90 minutos de yoga en un cuarto a 40° y rodeada de 24 personas sudorosas.
Si bien este tipo de yoga tiene enormes beneficios (que en cuanto se manifiesten les cuento cuales son) creo que es lo más cercano a 1) los infiernos y 2) a lo que mi niño siente con una gota de sudor. Ni un año en Obregón ni uno en Mexicali me prepararon para esa experiencia. Con el sudor cegándome pensaba “esto siente mi pobre niño cada vez que le pongo un suéter”. En el minuto 45 de la clase tirada en el piso boca arriba, –no en la postura Shavasana, sino cual vaca tirada en medio del desierto a punto de morir – me prometí, como quien promete en su lecho de muerte, no volverle a insistir a que se ponga suéter, él solito lo buscará si tiene frío o ya se enfermará pero nadie merece sentir los horrores del sudor que no solo huele, también pica, cosquillea, punza, irrita, estremece, arde, ciega, ¿ya dije pica?

* Sensory Processing Disorder

Monday, 30 April 2012

De lunes a viernes en horario de (no) oficina y sábados, domingos y fiestas de guardar

Ser mamá no es fácil. Ser madre que trabaja es muy difícil. Ser mamá de tiempo completo* es todavía más difícil, pero ser mamá de tiempo completo que trabaja desde su casa es deporte extremo.

Yo, para empezar, no puedo trabajar desde mi casa independientemente de que estén los niños o no. No me puedo concentrar si con el rabillo del ojo estoy viendo tiradero. Una vez que la casa está recogida y puedo finalmente sentarme a trabajar ya me dio hambre o ya descubrí una ceja perdida que necesita depilarse urgentemente, es imposible trabajar así. Además, eso de vivir en pants y cola de caballo debe ser nocivo para la salud de cualquiera. Por eso admiro tanto a mi amiga Eva que trabaja desde casa y cada mañana se arregla guapísima, se maquilla, se pone zapatos altos, toma su bolsa, camina cinco metros y se pone a trabajar en la oficinita al fondo de su jardín. A las dos de la tarde toma su bolsa, atraviesa el jardín y come, después toma otra vez su bolsa, cruza el jardín y trabaja hasta las seis. Eso es disciplina señoras (¡y glamour!).

A veces tengo que trabajar en algún pendiente mientras los niños están en casa y, como es de esperarse, mi hijo de 5 años no coopera mucho mientras trabajo en la computadora. Una vez constantemente venía a interrumpirme y no paraba de brincotear hasta que desesperada le dije que íbamos a jugar a “pretender que mamá está en la oficina”. Tracé una línea imaginaria alrededor del escritorio y le dije “pretende que esta es la oficina de mamá y no puedes venir a molestarla” a lo que él brincoteando respondió “pues ahora tu pretende que yo estoy muy muy lejos” Con esos argumentos yo no puedo.

Como sea, no es lo mismo contestar un par de correos en la tarde con los niños al lado que trabajar remotamente en horarios de oficina con el estrés que implican las juntas, fechas de entrega y llamadas de colegas. Recientemente me quedé dos semanas sin guardería y tuve que trabajar desde mi casa mientras cuidaba a mi hijo de un año. Mi pesadilla empezó cuando tuve que asistir telefónicamente a una junta de departamento. Preparé cuadritos de queso para que el bebé se entretuviera mientras yo participaba en la conferencia, pero no contaba con que todo mundo llegó tarde y tuvieron problemas técnicos para enlazarme. Cuando finalmente pudieron conectarme, 15 minutos después,  mi hijo se había comido ya todo el queso y gritaba “¡má!” (más). Corrí a servirle pasitas pero justo cuando mi jefa me preguntó “Andrea ¿tienes algún inconveniente?” el bebé tiró todas sus pasas y se puso a llorar; “Parece que tu hijo sí tiene inconvenientes” escuché al otro lado de la línea. A partir de ese momento continué la conferencia con la bocina tapada para que no se oyera nada de este lado de la línea y espero de corazón que haya funcionado porque en cuanto terminó de comerse las pasas el bebé empezó a gritar “¡popó, popó!”

En vista del éxito obtenido y con otra conferencia telefónica en la agenda (una de verdad importante) decidí prepararme mejor. Mandé un correo a mis colegas diciendo que estaba “preparándome para la conferencia” lo cual se traduce en poner una película en el DVD, partir cuadritos de comida que fui sacando conforme avanzaba la conferencia telefónica. El bebé se los iba acabando y estiraba su platito diciendo “má” (ya sé, este niño come como si estuviera hueco). Después de un plátano, veinte pasitas, dos rebanadas de queso, un cuarto de aguacate y media cajita de Zucaritas terminamos lo que pensé fue una junta muy fructífera, donde yo había hecho una aportación que – modestia aparte –fue brillante. Aunque a decir verdad el reconocimiento me lo deberían de dar por haber tenido una hora y media callado al bebé. Todo para que al día siguiente el CEO de la compañía me hablara y me preguntara “¿qué pasó contigo, por que no llegaste a la conferencia telefónica?”
Me queda de consuelo que soy la única en la oficina (además del CEO, claro está) que puede irse a media tarde al parque, y eso no lo cambio por nada.




* El término “mamá de tiempo completo” es un poco extraño pues todas las mamás son de tiempo completo, si no es como decir estar “medio” embarazada, pero no sé que otro término usar. En inglés dicen “stay at home mom” pero eso me suena como a que una está en su casa pintándose las uñas y viendo novelas todo el día y no conozco a ninguna mamá que pueda darse el lujo de hacer eso (al menos todo el día).

Monday, 2 April 2012

El Juicio del Elevador*

Hace poco leí un artículo que se llamaba algo así como “Felicidades, acabas de destrozar a tu hijo”. Debí tomar el título como aviso en letras rojas para dejar de leer y salir corriendo, pero ahí voy de metiche. Básicamente el autor presenció en la fila del súper a un niñito que le pedía helado a su papá y el papá le decía “te callas y te estás quieto”. La escena se repetía un par de veces en las que el niñito (por lo que entiendo en buen plan) pedía otras cosas o hacía ruidos y el papá se enojaba cada vez más; hasta que lo cogió de un hombro y le dijo que o se callaba o ya vería cuando llegaran a la casa.

A esto, el autor del blog se lanzó como por tres cuartillas diciendo que había gente que no merecía ser papás (con lo cual no estoy del todo de acuerdo), que había que valorar y cuidar a los hijos (lo cual es obvio), que no sabemos cómo nuestras palabras los pueden romper por dentro a los niños, y de paso se echaba un par de flores porque él nunca le había levantado la voz a su hijo (si, ajá). Lloré como loca con el artículo, me sentí la peor madre del mundo y, de haber tenido en el congelador, me hubiera zampado un litro entero de helado de chocolate por la pura depresión. Yo SOY esa mamá en la fila del súper, en los aviones, en los semáforos, en los parques. Cuando ya he agotado todos los recursos por las buenas y el escuincle sigue haciendo de las suyas y se me acaba la paciencia, yo soy la “cállate o vas a ver cuando lleguemos a la casa”. Lo cual significa te vas a ir castigado a tu cuarto pero para la demás gente ha de sonar como “cuando nadie me vea te voy a comer en salsa verde”. Gente me ha visto feo y estoy segura de que más de uno ha llegado a su casa a escribir su blog sobre mi como este autor, o subir a YouTube el contenido de mi performance grabado en su celular, o en su defecto a componer una canción sobre las malas madres allá afuera. ¿Será que esto me coloca en la categoría de musa? hmmm.

Después de mucho llorar por el dichoso blog pensé “un momento, no sabemos nada acerca del papá en el súper que narra el artículo, ¿qué tal que era un buen papá con un mal día?, yo no soy una mala madre y no me pueden juzgar a mi por lo que ven en la fila del súper”. Sí, hay que tenerles más paciencia a los niños, hay que cuidar de no destruirles la autoestima, por supuesto que sí, pero el regañarlos en público o en privado no nos hace malos padres. Corrí a poner un comentario en dicho blog – cosa que nunca hago y juro no volver a hacer. El blog ya estaba inundado de comentarios de todo tipo, desde “que padre tener un papá como tú/ mi papá también me pegaba/ bájenle a sus rollos, hasta ¿porque no le avisaste a la policía?, vamos a pararnos afuera del súper y le hacemos montón al papá malandro”. Realmente me asusté, y no sólo porque fueran a venir a mi súper por mi. ¿En que momento regañar a los hijos en público se volvió motivo para linchar a alguien?

Me acordé de lo que mi amiga Ceci llama “el juicio del elevador”. El juicio que todos los demás emiten sobre el niño y la madre basándose en los tres minutos (o menos) que dura un viaje en elevador. La gente no sabe que pasó antes o que pasa después, simplemente entran al elevador y ven a un niñito regañado y una mamá enojona, ¿Qué tal que el niño se acaba de tirar de pedos? ¿Qué tal que el niño le pegó una patada en la espinilla a la mamá?, ¿Qué tal que el niño le acaba echar un escupitajo a su hermanito en el pelo? No sabemos. También existe la posibilidad que la mamá está enojada porque el marido no le dejó para pagar el gas o se topó con la vecina presumida (o peor aún el marido se topó con la vecina presumida), y basta que el niño se ponga a hacer como sirena de bombero para que la mamá se desquite con él y ahí sí uno-como-sea-pero-las criaturas-que-culpa-tienen. Todos estos escenarios son posibles, y sí, hay papás violentos y abusadores donde es necesario que un tercero intervenga, pero en este post no quiero hablar de ellos. Este post va dedicado a los papás incomprendidos e injustamente juzgados, papás y mamás como yo, que somos linditos, pero a veces nos sacan de nuestras casillas y regañamos en público.

En nombre de los padres incomprendidos pido menos juicios de elevador y más gente amable que se ofrezca a hacerle gracias al niño para entretenerlo y darles el beneficio de la duda a los papás abrumados. Pero eso si, por favor gente, absténganse de ofrecerles galletas o dulces a los niños porque entonces vuelve a empezar el drama.

* Propiedad intelectual de Ceci, la negrita del amor